lunes, 25 de mayo de 2009

Ser perfecta

La obsesión por la belleza en Colombia ha colocado a este país en el podium de la cirugía estética, con más de setecientos cirujanos especializados y el desarrollo de una industria que atrae a europeos, estadounidenses y latinoamericanos de otros países.

Y es que el culto a la estética no entiende de géneros, razas ni estratos sociales, en el país que concentra el mayor número de certámenes de belleza y cuyas mujeres han llegado a la final o semifinal de Miss Universo en veintiuna ocasiones.

El valor de una operación estética en Colombia está entre un 20 y un 80 por ciento más barata que en otros países, pero muchas agencias de turismo locales incluyen: el billete de avión, alojamiento y excursiones guiadas por diversos lugares típicos del país.

La Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica, Estética y Reconstructiva (SCCP) cuenta con más de setecientos especialistas de prestigio que realizan cada año más de diez mil intervenciones en la rama de estética, una cifra que ha crecido en la última década un seiscientos por ciento.

Uno de los fundadores de esta agrupación, el doctor Felipe Coiffman nos comenta: "Una de las razones que existe para este `boom´ que está viviendo la cirugía estética es que, cuanto más alto es el nivel cultural, social y económico de un país o de un pueblo, mayor es el sentido de la autoestima de la persona".

Las operaciones de estética más comunes que se practican en los quirófanos colombianos son, para hombres: injertos en el cuero cabelludo y liposucciones; y para mujeres, de párpados, de nariz y de senos.

Otro dato curioso es que cada vez llegan más quinceañeras a las consultas de estética, muchas de ellas esperanzadas en que, dos bolsas de suero o silicona incorporadas a sus pechos, les permitan alcanzar rápidamente una vida más próspera.

Esta realidad la reflejó el periodista y guionista colombiano Gustavo Bolívar, en su novela y serie de ficción "Sin tetas no hay paraíso". En la trama de la novela se aprecia cómo las adolescentes persiguen un ascenso social fácil del brazo de un traqueto o narcotraficante, al que encandilan a cambio de los servicios de su cuerpo.

Para ello, en ocasiones, las jóvenes esculpen una nueva anatomía en el quirófano, siguiendo los cánones marcados por sus antecesoras: grandes pechos, estrechas cinturas y ni un ápice de grasa.

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