En chino, el significado de la palabra crisis tiene dos componentes: peligro y oportunidad. En este sentido, podría decirse que la amenaza que implica toda crisis puede diluirse con la esperanza del cambio. Pero cuando se trata de enfrentar una crisis de pareja, no es fácil. Sincerarse, tomarse un tiempo para ver cuáles son los puntos débiles de la relación y proponerse luchar para seguir juntos son los pasos que indica el sentido común. Sin embargo, a veces hay síntomas que no son demasiado claros. Es fundamental detectarlos porque, a corto o largo plazo, se convierten en los enemigos de la relación.
INCOMUNICACION. Entre la oficina, la casa y los chicos no había tiempo ni espacio para los dos. La monotonía, la rutina y el trajín diario los fueron sumergiendo en un silencio agónico. Dejaron de hablarse, de mirarse y de fijarse en el otro. Eso llevó a la desconfianza y no hubo vuelta atrás. Sobrevino la crisis y, con ella, la separación. “No hay peor enemigo en la pareja que la incomunicación. Allí está el origen de todos los errores que se pueden cometer para caer en una crisis”, asegura Graciela Faiman, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, especialista en psicoanálisis de familia y pareja. Y continúa explicando: “El amor que une a dos personas está compuesto básicamente por dos ingredientes: erotismo y ternura. La ternura, que tiene parentesco con la camaradería, implica confianza, deseo de cuidar al otro, tener gusto en compartir diferentes momentos y algunas actividades (no todas), respetarlo (y esto quiere decir no ejercer un rol de carcelero), y estar al tanto, alentar los proyectos, y también admirarlo. Entonces, el amor es una construcción que exige tiempo y esfuerzo”. Según Sergio Sinay, escritor y especialista en vínculos, “la comunicación en la pareja exige una construcción artesanal. Las herramientas están en cada uno de nosotros, en la mirada, por ejemplo. Si dejo de mirar al otro estoy cortando uno de los puentes de la comunicación. En cambio, si los dos integrantes de la pareja se miran y se redescubren, se mantienen comunicados”. Y continúa diciendo que la otra herramienta de la comunicación es “saber escuchar que, en definitiva, es tener la posibilidad de redescubrir otro aspecto del vínculo”.
Además, Sinay menciona “la palabra” como otra de las herramientas de la comunicación: “Pedir lo que uno necesita, sentirse entendido por el otro son maneras de enseñar cómo necesito ser amado y viceversa. Los dos nos convertimos en maestros”. Por último, agrega “la presencia”: “Hay que estar en reuniones, encuentros de amigos que al otro le gusta que uno esté (aunque no nos guste). Esa presencia comunica. No se trata de hablar, sino de estar. La comunicación son proyectos y espacios comunes; la sexualidad, una forma de afecto”. Para Graciela Moreschi, médica psiquiatra y autora del libro “Lo que les faltó aprender a Adán y Eva”, donde habla de las herramientas para vivir en pareja, asegura: “La incomunicación es producto de evitar las peleas. Algunos, por no hablar, conceden y luego, se fastidian, se resienten o se toman revancha por otro lado. A menudo comenten infidelidad. Otros, cuando hablan, no plantean las cosas, acusan o reprochan”. Por otra parte, Moreschi aclara que “hablar no es tratar de convencer al otro. Es común escuchar “no me entendés” y eso no es real: el otro entiende, pero no comparte porque no ve las cosas de igual modo. Y además, hay que tener en cuenta que cuando uno pide algo, la respuesta puede ser “sí” o “no”. Cuando queremos que el otro sólo nos conteste afirmativamente, es una exigencia”. ¿Qué se puede hacer cuando hay incomunicación en la pareja? Sinay responde: “Lo primero que hay que ver es si los dos integrantes de la pareja están de acuerdo en que no se pueden comunicar. Si se pueden poner de acuerdo, ya se empiezan a comunicar. Y luego, proponerse desde tomar un café hasta hacer un viaje o consultar a un terapeuta para ver por dónde siguen para incentivar la comunicación”.
SATURACION. “Esta época acelerada en que vivimos confunde a las personas y las hacen, a veces, esquivas a la dedicación indispensable para solidificar una relación de amor”, advierte Faiman. Y señala que esta falta de dedicación tiene sus consecuencias: “La pareja se satura, entra en una vida rutinaria y para escapar de esa rutina asfixiante aparecen aventuras que hay que esconder con mentiras. Así sobreviene la crisis”. No pretender que una pareja sólo se sostenga por la atracción sexual, es la fórmula para salir adelante y pelear la crisis, según esta especialista. “Dedicarle tiempo a la pareja, momentos de intimidad sin que los hijos o los problemas laborales lo invadan todo y tener comprensión frente a las necesidades y/o dificultades del otro, poner en práctica eso de ‘ponerse en su lugar’”, es el consejo que ofrece Faiman.
RUTINA. Es otro de los enemigos de la pareja y cuando se mete entre las sábanas, logra aniquilar la relación. Para Moreschi, saturación y rutina van de la mano: “La saturación se produce por falta de creatividad, excesivas responsabilidades y falta de complicidad. Cuando una pareja, por las demandas de la vida diaria, se sumerge en el trabajo, a veces hace postas para cuidar a los hijos resignando momentos de placer, o pierde esa complicidad que los unía para divertirse o lograr cosas, y la rutina se adueña de sus vidas, entonces se saturan”. Cuidar la pareja, guardar momentos para estar juntos, salir y hablar sin hijos, es prioritario para esta especialista. “No es necesario que haya velas, ni que intenten volver al romanticismo de cuando se conocieron porque eso es imposible. Pero sí es necesario estar juntos, divertirse de a dos, y es preciso que la responsabilidad no invada los espacios de esparcimiento”, subraya Moreschi. Sinay opina que hay rutinas que son necesarias para vivir porque generan seguridad y previsibilidad. “En la pareja hay rutinas que tienen que ver con las celebraciones, con el hecho de llegar a casa y saber que alguien te espera; pero, en cambio, aquellas rutinas que evitan el trabajo de comunicarse, que no reinventan el reencuentro amoroso, terminan matando a la pareja”, explica. Y recomienda “tener tiempos, espacios y proyectos compartidos. Aunque también son importantes los tiempos y proyectos individuales porque de esos espacios se saca la energía que luego se deposita en el pozo en común. Porque, de otra manera, cuando uno se diluye en el otro, se produce la saturación”.
CELOS. “El amor no es sufrimiento. ‘Eso’ que hace sufrir no es amor”. Cuando el psicoterapeuta Hugo Finkelstein escuchó estas palabras de una de sus pacientes, se sintió iluminado. Así descubrió que él, al igual que esa mujer que semana tras semana acudía a su consultorio, no había amado, sino que había experimentado el amor falso e impostor. Este descubrimiento lo llevó a escribir “El libro del no amor, 20 años después”, donde el autor presenta los celos como los grandes destructores de la pareja. “Los celos pueden ser normales o enfermizos. Decimos que es normal cuando la persona responde a la amenaza por un tercero real, pero esto se torna enfermizo cuando no hay límites para esta amenaza, la persona reacciona ante cualquier situación nueva y que no pueda controlar. Porque el celoso intenta inmovilizar al otro, controlarlo”, detalla Moreschi. “Se supone que toda relación está conformada por dos personas, adultas y libres. Y lo valioso es que ese hombre y esa mujer se hayan elegido y lo sigan haciendo a diario. Cuando uno se olvida que fue elegido por el otro, es cuando aparecen los celos”, explica Sinay. Y asegura que una manera de evitar los celos es recordar que si el otro está con nosotros, es porque nos eligió: “Cuando los celos aparecen, desvalorizan a los dos: al celoso y al celado”. Moreschi recomienda “al celado, no acceder a las demandas del celoso, porque cada día avanzará más sobre la persona, y éste se convertirá en un problema del celado más que del celoso. Y al celoso, pedirle que diferencie entre amenaza real o fantaseada. Es importante que trabaje consigo mismo la confianza”. Por último, que se cuestione: ¿desconfía del otro o de sí mismo?, ¿qué necesitaría para recobrar la confianza en el otro?, ¿alguna vez la tuvo?, ¿desconfía de todos? Las respuestas le indicarán si necesita ayuda profesional. Sinay asegura que “no es fácil curar a una persona celosa. Los celos corroen los cimientos de la relación hasta destruirla. No se sale de una celotipia prometiéndose que ésta es la última vez, hay parejas que se prometen eso, y se meten cada vez más en una agonía. Si quieren seguir juntos, tener proyectos en común y una historia compartida, deberían comprometerse a trabajar el problema en una terapia”.
MENTIRAS. Así como los celos son “hijos” de la desconfianza, la mentira sería la “madre”. “La desconfianza juega un papel preponderante en la relación de pareja. Si uno descubre que el otro miente, se instala y corroe el vínculo de tal manera que lo puede destruir irremediablemente”, asegura Sinay. Es algo inevitable: la mentira diezma la confianza, uno de los puntales de la pareja. “De la desconfianza es difícil volver”, advierte Moreschi. Y afirma: “La mentira aparece cuando faltan otros recursos en la pareja. Uno debería preguntarse qué quiero obtener o qué no me animo a perder y, además, saber que cuando uno de los dos miente, la situación se vuelve en contra, como un búmeran”.
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